Una para recordar..Entrevista a Enrique Zileri:
“Tenemos que aprender
del pasado”
Periodista y presidente del directorio de la revista Caretas. El 60º aniversario de Caretas, que se cumple en octubre próximo, nos permite revisar los últimos 60 años de la vida política del Perú. Enrique Zileri, director del semanario por casi 50 años y ahora presidente del directorio, enjuicia los momentos decisivos de la historia política del Perú de las últimas seis décadas y de los cuales fue excepcional testigo y escriba.
¿Cuál considera el acontecimiento político más importante de la historia del Perú en el transcurso de estos 60 años de vida de Caretas?La historia del país durante todos estos años ha sido como una montaña rusa, que arranca con Odría, pasamos por un gobierno democrático como el de Fernando Belaunde, que tuvo un impulso reformista importante pero fue frustrado por su falta de mayoría en el Congreso; el golpe y los 12 años del gobierno militar (del general Velasco Alvarado); el retorno de Belaunde; el estallido de Sendero como un ramalazo de la revolución cultural china aplicada a Latinoamérica; y Alan García, que es un fenómeno importantísimo.
…Algunos historiadores consideran que el punto de quiebre en los últimos 60 años se produjo en el velasquismo, porque no obstante los recortes de las libertades políticas y de prensa introdujo cambios importantes como la reforma agraria y laexpropiación de recursos naturales que estaban en manos de grandes compañías extranjeros. ¿Opina lo mismo?Sí claro, aunque muchas de esas situaciones se discutían en los años anteriores.
¿Cuáles?El gobierno de Belaunde intentó y planteó la reforma agraria mucho más efectiva pero no se llegó a aprobar porque la mayoría del Congreso se opuso, y entonces vino la reforma agraria velasquista que era una especie de pera madura, algo que se veía venir desde Hugo Blanco. Pero cuando vino la reforma de Velasco fue muy espectacular y catastrófica desde el punto de vista de la producción. Se veía que iba a fracasar, como ocurrió.
Pero no hay duda de que después de 1970 el Perú cambió, ya no era el Perú oligárquico, el Perú dominado por unas cuantas familias…Sí, (fue) la conmoción espectacular que creó un gran problema económico al país y que derivó eventualmente en una situación sumamente penosa. De ahí esa revolución fue la que creó realmente la revolución senderista.
¿Cómo así?Aunque parezca mentira, de ahí salió la revolución. En ciertas revoluciones, lo típico es que siempre hay alguien más allá si es que es una revolución represiva que no permite la diversidad de puntos de vista o una vida política activa. Sendero surge como uno de los huérfanos de la banda de los cuatro en China.
El otro punto de quiebre parece que fue en el campo económico, el que se produjo con el gobierno de Fujimori. ¿Por qué estos cambios trascendentales se producen con dictaduras y no con democracias?Lo que sucede con Fujimori ocurrió en toda Latinoamérica. Esa especie de convicción de que el mayor enemigo es la inflación. En la lucha contra la inflación se aplica la fórmula del Consenso de Washington, con sus aspectos positivos pero sus aspectos extremos y negativos que realmente no se aplicaban a Washington. Había que poner en orden el tema de la inflación, porque se había desbocado en una forma extraordinaria como en tantos otros países latinoamericana y el mundo se puso de acuerdo de que la inflación era desastrosa para los sectores más pobres de la población. En el Perú se llegó a la conclusión de que hay una disciplina fiscal, es una cuestión casi mecánica, casi escapada de la ideología…
¿Las ideologías tuvieron que adaptarse a estos cambios?En ese gobierno (de Fujimori) hubo algo positivo y algo negativo, y en Caretas tratamos de reflejar eso. Por ejemplo, en el caso de Velasco, decir que habían ciertas cosas que se venían aplazando, como la reforma agraria, y la culpa fue de la derecha que no dejaba pasar reformas. Por eso el primer titular de Caretas luego del golpe fue “La cosecha de las botas” por la frustración de pasar reformas más moderadas y más inteligentes…
¿Y cómo tomó Caretas el anuncio de la reforma agraria?En ese caso titulamos “El fin de la edad media”, pero nos referíamos a toda la sierra, pero de ahí en adelante empieza todo este jolgorio político que se va llevando de encuentro una serie de propiedades de producción agrícola que no tenían por qué ser (expropiadas). La expropiación de La Brea y Pariñas es otro asunto espectacular, pero se expropió una chatarra. Eso le costó mucho al país.
En el velasquismo se destaca, como punto importante, el cambio social que se dio en el campesinado…Sin duda que hubo un cambio, pero los cambios no necesariamente son para mejor. Acá hubo una gran ilusión en grandes sectores, es parte de todo movimiento ya no revolucionario, porque al final lo que cuenta es el resultado. La cuestión es que nosotros aprendamos de la historia. El primer titular de la revista Caretas, cuando vino el golpe, resume mucho cuál era la posición de la revista durante el primer régimen de Belaunde: la frustración de tratar de hacer reformas sociales y la imposibilidad de lograrlo, y al final revienta todo.
¿El bloqueo de dónde venía?De la alianza APRA-UNO. El APRA es curiosa (porque) en una mentalidad de real política llega a entendimientos a veces con su verdugo. Estaban en el Congreso representantes del sector agrario oligárquico de esa época directamente, como Julio de la Piedra, y al final frenaron la posibilidad de hacer una reforma más inteligente y revienta todo. Entonces hacia el futuro hay que evitar eso…
Con la propuesta de poner límite a la extensión de la propiedad de tierras, ha vuelto al debate el retorno a los antiguos latifundios.No son como los antiguos latinfundios, pero lo importante es que la tierra es limitada, el dinero no. Lo lógico es manejar eso así como se reglamentan ciertos sectores, pero no ir a los absurdos de Velasco. Aunque los absurdos también vienen de la crítica en parte de la prensa de derecha, muy conservadora y reaccionaria, que se opone a las organizaciones de derechos humanos y comparan limitar las grandes extensiones de tierra con la reforma de Velasco, lo cual es ridículo. El temor es de que no aprendamos la historia…
¿Esa es una responsabilidad de todos los sectores políticos?Sí claro, del Congreso… A nosotros nos llama la atención que el gobierno, el Apra, ignore de su pasado. La lucha contra las haciendas azucareras es parte de la historia del Apra. No se va a repetir eso, pero al menos que haya algún tipo de eco. Llama la atención la actitud del propio Alan García. Esa es una versión que parece verídica, él (García) no lo ha negado, que se inclina ante la presencia de todo el empresariado que ha dicho: no pongan límites a la propiedad agraria. Parece que él ha cedido, y en este último año da la impresión de que no quiere tener problemas con la derecha en ningún área. ‘Alan Dos’ (de su segundo gobierno) a veces nos sorprende (ríe). Sí hay que felicitarlo por el éxito económico, que es fantástico. Pero una vez que se establecen (propiedades de tierras sin límites) cómo las reduces.
…Deja bombas de tiempo.Sí, porque cómo las deshaces, cómo las reduces.
De otra parte, se pensó que con el fujimorismo se había cancelado esa corrupción, pero la hemos visto con el gobierno de Toledo y ahora en el segundo gobierno de Alan García. ¿Qué opina?Desde la coima al policía para que no te ponga papeleta, esa es una cultura que hay que combatirla en todas sus formas. Hay dos casos que para nosotros son importantes: por un lado ‘Alan Uno’ (primer gobierno) y, por otro, Fujimori. De Alan Uno se decía que era el gobierno más corrupto de la historia y que el mismo García era un ladrón fabuloso, pero (en Caretas) buscamos pruebas. ¿Qué pruebas se encontraron? Y cuando cae Fujimori, se encuentran todas las pruebas del mundo y además de los militares. En la actualidad, a nosotros nos parece que hasta ahora el asunto de los petroaudios es un tinglado porque no llegamos a entender dónde estaba el gran negocio.
Pero le ha afectado la imagen a este segundo gobierno.Claro. A mí me da la impresión de que García parece haberse comprado el libreto, como para lavarse las manos, y eso (caso petroaudios) se ha llevado de encuentro a una persona posiblemente correcta como Jorge del Castillo, porque era el primer ministro en esa época y además el secretario general del partido.
Un primer ministro no podía ir a un hotel a reunirse…Esa es una tontería, a menos que haya habido un negocio, pero que no haya vinculación con alguien que quiere invertir en el país es absurdo. Quizá de ahora en adelante nadie va a aceptar una invitación ni a tomar una taza de café para que no vaya a parecer que está haciendo un negocio turbio.
¿Cuál es el presidente y el gobierno más trascendente que ha dado el sistema democrático en estos 60 años?Los primeros 100 días de Belaunde en su primer gobierno fue un momento de gran ilusión, porque fue una mezcla de democracia con reformas. Se tomaron medidas importantísimas, se creó el Banco de la Nación. Después, hay que aceptar que el primer año de Alan García, con ese discurso espectacular que declaró la guerra a todo el mundo con dos temas en los que tenía razón: reducir el servicio de la deuda externa y reducir el gasto militar. Eran temas de gran conflicto. El anunciarlo de manera frontal, le generó un conflicto fenomenal con el mundo financiero internacional a pesar de que Belaunde había retenido el pago de la deuda en el último año y otro país de Latinoamérica estaba haciendo eso, pero no lo dijo. La vibración en ese momento fue importante, pero después se apagó, vino la irresponsabilidad terrible en el manejo financiero.
‘Es una suerte que la izquierda no haya llegado al poder’¿Por qué las ideologías de izquierda no han logrado llevar a un presidente al poder a pesar de que tuvieron respaldo popular en la época de Barrantes?Porque hay una tendencia a la división absolutamente increíble. Una de las ironías más grandes era Izquierda Unida. Yo digo que en cierta medida es una suerte (ríe).
¿Por qué?El pensamiento pragmático de centro es lo más eficaz. Uno necesita cambiar con cierta audacia, pero hay que ser pragmático inteligente y no destruir lo que funciona, como lo que fue la época de Velasco, que terminó siendo destructiva porque había una especie de venganza social. Al principio había una euforia en esa venganza social inicial, pero después, cuando vino el golpe de Bermúdez…
¿Qué pasó?Hay una línea en un gráfico que publicó el Banco Central de Reserva desde sus inicios. Creo que eran sus 70, 80 años. Medía el déficit fiscal. En la época de Velasco crea un déficit fiscal absolutamente monstruoso y (allí se veía) que el año del golpe era inevitable. Fue realmente destructivo, más allá de las ilusiones que despertó en algunos sectores fue destructivo. La idea es aprender de eso.
La derecha tampoco logró un triunfo ideológico, y solo llegó al poder a través de alianzas y negociaciones, y actualmente no tiene un partido que esté liderando las encuestas.Digamos que no ha habido un partido conservador. No sé cómo uno interpreta el civilismo del pasado, es una discusión con matices. Ahora tenemos al Apra de centro-izquierda que se ha ido hacia el centro y está en la socialdemocracia, el socialcristianismo que se ha ido reduciendo y que de los cuatro gatos que son ahora hay dos o uno identificables. Luego vemos una gran dispersión de la organización política en el país.
“Caretas sufrió clausura de casi dos años”¿Cuál es el momento más difícil que vivió Caretas?La clausura de casi dos años en el golpe militar de (Juan) Velasco. Prácticamente desaparecimos en los años 75 y 76, tuvimos que reaparecer en el 77. Siguió una crisis, y viene el golpe de Morales Bermúdez que termina con las deportaciones, pero no necesariamente da permiso para la reapertura de Caretas.
¿Caretas tuvo muchos problemas con el odriísmo?Sí, claro. Paco Igartua, que era el director, fue deportado a Panamá. Aquí pasó una situación especialísima. Como se venía una Asamblea de la SIP en Chile, por Panamá pasó el secretario general de la SIP de entonces, y Paco aprovechó y le habló de su situación. Cuando el directivo de la SIP estuvo en Lima hizo un problema y amenazó con denunciar, entonces el gobierno de Odría dijo que se había producido un error y le enviaron un boleto (a Igartua) para que fuera a Santiago. Igartua fue a Santiago y logró que el consulado le dé una visa para retornar al Perú, pero cuando llegó al aeropuerto de Lima un policía no lo dejaba bajar del avión.
¿Y qué pasó?Mi madre que estaba allí no sé qué cosa hizo, pero jaló a Igartua mientras el policía clamaba asustado que lo iban a castigar. Subieron a Igartua a un auto y lo llevaron al diario El Comercio, que era una especie de Vaticano. Al final del día el ministro de Gobierno de Odría dijo que había terminado la deportación.
Fuente: La Mula